Valencia 5 de abril 2020. Semana 3 de aislamiento
Llevamos tres semanas encerrados literalmente en nuestras casas. Una experiencia única. Vemos expandirse la pandemia en otros países, pero parece que hemos alcanzado el pico de la ola en España, con alivio y gratitud a todos lo que hemos hecho esto posible. Aún quedan más semanas de confinamiento y comienza el cansancio, sube la tensión, la ansiedad, la incertidumbre. Parece que tendremos que vivir muchos meses manteniendo distancia social, que no personal, pues hemos redescubierto formas de contacto y comunicación que ya estaban ahí pero no usábamos por desconocimiento o por falta de tiempo. Tendremos que acostumbrarnos a ocultar el rostro tras mascarillas, a sustituir sonrisas y abrazos por palabras y aliento.
Estas semanas nos hemos propuesto elegir la mejor actitud, de lucha, nos centramos en el presente y en proyectos a corto plazo ante un panorama cambiante día a día y que no podemos prever. Pero hay personas que viven esta experiencia de formas muy diferentes, con objetivos distintos. Sin embargo en todas las situaciones se plantea la necesidad de encontrar un sentido. Viktor Frankl dice que no hay nada en la vida que nos ayude más a encontrar un sentido que tener una tarea que cumplir. La existencia humana se dirige siempre hacia algo o alguien diferente de uno mismo, lo que él llama autotrascendencia. Cada persona tiene que plantearse cuál es su tarea en este momento presente de su vida, y cómo realiza esta salida hacia los otros para encontrar su propio sentido durante esta crisis.
Algunas personas siguen trabajando en los servicios esenciales, a veces de forma escondida, otras veces demasiado expuestos. Para ellas, a las que van dirigidos los aplausos que no cesan cada tarde, no hay mucha duda de cuál es su tarea. El ánimo y el respaldo de su labor es causa de sentido para ellos pero también para todos, ya que nos demuestran el verdadero valor del ser humano y su capacidad de donación.
Otro grupo amplio de personas hacen su trabajo o parte de él desde el encierro en sus casas. El teletrabajo va a suponer un cambio sustancial en las relaciones laborales después de esta crisis, se ha perdido la cercanía pero se ahorran muchas horas de desplazamientos. Su labor permite que algo más que lo esencial siga en funcionamiento. Ahí incluimos a todos los estamentos educativos. Es increíble lo que está sucediendo. Los docentes dedican muchas horas a seguir educando a distancia; los alumnos están respondiendo al reto, y esa es su mayor tarea. Será difícil gestionar cómo acabar el curso, pero la creatividad está superando barreras y diseñando modelos que se imaginaban para un futuro lejano que nos ha venido encima súbitamente.
Muchos han tenido que parar su actividad, algunos tienen asegurado su empleo y son los que por ahora se sienten más tranquilos con un periodo de ocio inesperado.
Mientras otros han tenido que quedarse en casa dejando comercios, actividades a pie de calle, con lo que vivían al día, sin saber cómo van a salir de esta situación, ya engrosan las listas de nuevos parados y su futuro de supervivencia es muy incierto. Unos y otros no tienen una tarea definida que cumplir en este momento más que esperar, sin saber qué les espera. Es el grupo más desconcertado, quien va acumulando ansiedad, amenaza, alteraciones del sueño. Son quienes más ayuda van a necesitar y a quienes hemos de prestar más atención.
Hay otro grupo de personas jubiladas y mayores que, viviendo de una pensión más o menos suficiente, sufren menos ansiedad en este periodo, quizás porque recuerdan tiempos peores de posguerra y carencias. Son muchos los que van a ayudar a los jóvenes a salir adelante como ocurrió en la crisis de 2007. En este caso su tarea, además de protegerse al máximo, es mantener la esperanza, transmitir tranquilidad y confianza de que se puede vivir con menos, compartir más y ser quizás más feliz que antes. Ellos son el grupo de mayor riesgo y mortalidad por la pandemia, por lo que algunos están sufriendo la experiencia de aislamiento, soledad, e incluso ingreso hospitalario con la incertidumbre de si saldrán con vida. No olvidemos que ya antes de este confinamiento afrontábamos el reto creciente de la epidemia de soledad, millones de personas mayores que viven solas con escaso calor humano que les ayude a encontrar su propia tarea y sentido. Un problema que encontrábamos muy difícil de resolver en nuestra sociedad “desarrollada”, aunque el remedio es sencillo.
Las crisis suponen siempre una oportunidad, y no podemos desaprovecharla. Encontramos personas con pérdidas, carencias, limitaciones, soledad, cuya tarea para encontrar un sentido no es fácil, y otras que disponemos de lo necesario para vivir y sobrevivir, que sabemos lo que hay que hacer cada día y eso nos permite no mirar los nubarrones del futuro sino centrarnos en el presente, haciendo lo que está en nuestra mano. Es el momento de darle un vuelco a esta sociedad y no volver a caer en un modelo deshumanizado que no sabíamos cómo cambiar. No seamos ingenuos, no miremos a otro lado, la felicidad no se alcanza buscándola en uno mismo, sólo surge cuando trabajamos por la felicidad de los que nos rodean y nos necesitan. Cada uno tiene una responsabilidad personal, su tarea para superar esta crisis. ¿Cómo? Dejemos de mirar a nuestra comodidad o a nuestro sufrimiento, y alcemos la vista para aliviar el sufrimiento de los demás. De ese modo el nuestro propio se aliviará. Igual que la alegría compartida aumenta, el sufrimiento compartido disminuye.
Quien tenga capacidad, trabajadores, jubilados, jóvenes, niños, pensionistas, parados, miremos alrededor y pensemos cómo atender a los que pasan necesidad. Hay muchas iniciativas en marcha. Averigüemos qué personas solas viven en la finca, en el barrio, en la parroquia. Hay quien hace videollamadas para dar conversación a ancianos, quien les acerca la comida, quien acoge a inmigrantes. Hasta los sin techo están siendo acomodados en albergues, como si antes no supiéramos que existían. Y quien recibe esa ayuda, tiene la tarea de ser agradecido y compartir su experiencia y enseñarnos su capacidad de resistencia. Que nadie vuelva a repetir que se aburre durante el aislamiento. No nos sobra el tiempo, al revés nos falta distribuirlo de forma adecuada para bien de muchos a quienes habíamos olvidado. No hay nada que dé más sentido a la vida que la realización de una tarea. Que cada uno se pregunte cuál es la suya.
José Luis Guinot Rodríguez
Médico Oncólogo
Presidente de la Asociación Viktor E Frankl de Valencia