HUMANIZAR DESDE EL CORAZÓN DE LA CIUDAD.

Agustín Domingo

La Asociación Viktor Frankl de Valencia celebró el pasado 5 de mayo de 2018 en las aulas de la
Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP) una jornada sobre el valor de la Logoterapia en la vida cotidiana.
Casi un centenar de personas entre profesionales y público interesado asistió a las conferencias y actividades con las que pusieron al día su misión: humanizar desde el corazón de la ciudad.
A diferencia de otras asociaciones y grupos que atienden las periferias y los barrios marginales, esta asociación se ha propuesto todo un conjunto de tareas humanizadoras relacionadas con el duelo, la escuela, la atención, el consuelo, el asesoramiento, el acompañamiento y la ayuda a personas que por una u otra razón han perdido el norte, la esperanza o el sentido de sus vidas.

No se sienten propietarios de Viktor Frankl, ni consideran que este terapeuta vienés sea la única figura que haya estimulado iniciativas de humanización. El nombre no fue casual porque lo consideran una referencia importante en la psicología contemporánea y, sobre todo, en el conjunto de las humanidades y ciencias de la salud. Están convencidos de la necesidad de compartir la vida y obra de este terapeuta para incrementar el valor de sus propuestas.
Por eso la jornada no estuvo planteada como un encuentro de especialistas en logoterapia o logoeducación
sino como un encuentro para poner al día los desafíos de la humanización en los nuevos contextos de
fragmentación, desvinculación, soledad, abandono y desconcierto.

El incremento de velocidad en la fibra de conexión no nos ha traído mejores niveles de
comunicación en las familias, los colegios, los espacios de trabajo y las calles.
Con la fibra óptica los datos viajan a mayor velocidad, pero las grietas de la convivencia o los golpes que la vida nos
va dando no se reparan solos por el hecho de que pasemos mecánicamente del 3G al 4G.
Como bien sabemos, mayores niveles de conexión no nos garantizan mejores niveles de comunicación.
Como más conectados no significa estar mejor comunicados, resulta que vivimos en ciudades y espacios comunitarios presididos por las tecnologías de la información habitados por gentes abandonadas, solas y deprimidas.
Si algo caracteriza esta cuarta revolución digital será precisamente la urgencia de humanizar desde el corazón de la ciudad.

Eso no significa que no tengamos que luchar contra la info-exclusión y la marginación voluntaria o impuesta ante los recursos y posibilidades de las tecnologías de la información. Significa que, más fibra, más digitalización y más tecnologías de la información reclaman más humanización.
Este es uno de los desafíos más claros y urgentes para los profesionales de la ayuda que ven cómo
aparecen nuevas necesidades relacionadas con la fragilidad, vulnerabilidad, desconsuelo, soledad
y abandono comunicativo en sociedades “mega-súper-informatizadas”.

Ya no es una tarea únicamente de médicos o psicólogos sino de profesionales capacitados para proporcionar acompañamiento, consuelo, ilusión, entusiasmo y sentido como los nuevos nombres de la salud en el siglo XXI.
Nos referimos a este conjunto de profesionales como profesionales del cuidado porque, cuando vemos que las sociedades del bienestar están siendo desplazadas por la sociedad de los cuidados, descubrimos que seguimos encontrándonos con personas que no sólo piden el reconocimiento de sus derechos sino el descubrimiento de su existencia herida, frágil y vulnerable.

Estos profesionales se enfrentan a la difícil tarea de des-individualizar sin des-personalizar, es decir,
romper con las categorías culturales individualistas que penetran por los poros consumistas para restaurar relaciones, vínculos y valores compartidos.
Para descubrir la individualidad y la singularidad de cada no es necesario comulgar con el individualismo cultural,
ni siquiera por el individualismo solidario o el egoísmo racional. Incluso en el mundo científico, cultural y académico
parece que el individualismo, el atomismo y el egoísmo tienen la última palabra en las ciencias sociales.
La personalización de las relaciones y la singularización de los vínculos nos exige evitar el individualismo y luchar contra el atomismo o atomización de las relaciones.

Durante la jornada que tuvimos se hicieron presentes los dos riesgos más visibles en la profesionalización de la ayuda: la naturalización y la despersonalización. Las neurociencias y las neuroterapias están llevando a los profesionales de la ayuda por la pendiente resbaladiza de cierto mecanicismo y materialismo, como si el cuerpo humano en general y la mente humana en particular se redujeran a su cerebro.
Por otro lado, el mercado de la autoayuda, la meditación despersonalizante, los cursillos de “mindfulness” y los gimnasios de meditación aromática, sitúan a los profesionales de la ayuda ante una espiritualidad desencarnada.
Entre los riesgos de la naturalización y la espiritualización desencarnada, se abre un amplio campo para los profesionales del cuidado, la sanación y la humanización.

En algún momento tendrán que plantearse el perfeccionamiento de esta ilusionante vocación de humanizar en el corazón de la ciudad. Para ello, además de conocer las técnicas para proporcionar ayuda, facilitar resiliencia y entrenar para el cuidado, estos nuevos profesionales tendrán que plantearse en algún momento cómo pasar de una simple sociedad de los cuidados a una compleja sociedad de los “buenos” cuidados.
Una tarea en la que todos estamos embarcados pero cuyo diseño quedó pendiente para las próximas jornadas.

Agustín DOMINGO MORATALLA.
Director de la Universidad Menéndez Pelayo (UIMP). Doctor en Filosofía y Letras.
Profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad De Valencia.

Boletín informativo Acompañar nº 69 – Mayo 2018

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