Dentro de la IV Jornada De Humanización y Ética en Atención Primaria “Afrontar El Sufrimiento Social” que se celebró el pasado 11 de Febrero de 2015, se reflexionaba sobre cómo elegir nuestra actitud ante el sufrimiento y la crisis. Cualquier tipo de crisis, sea social o personal, nos pone a todos en riesgo de exclusión social, si entendemos ésta en un sentido amplio.
Esto es, como aquella situación en que nos sentimos o somos despreciados, marginados, olvidados… Puede que seamos vistos por los demás, pero no somos reconocidos, apreciados, valorados… Cuando el grupo social en el que vivimos no nos tiene en cuenta, no valora nuestro potencial, entonces podemos hablar de exclusión social. Obviamente hay situaciones más graves que otras, y grupos sociales con mayor riesgo de exclusión que otros, pero todas las personas podemos ser víctimas de esta actitud.
Las jornadas, organizadas por la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria y la Asociación Viktor E. Frankl, iban dirigidas principalmente a profesionales sanitarios de la medicina de familia, enfermería, psicología, trabajo social, entre otros. No obstante, pensamos que no es sólo que esta reflexión abarque a muchas disciplinas, sino que implica a todos los seres humanos, sea cual sea el trabajo que realiza o el ámbito en que se mueve, sea o no sanitario. Porque lo que todos compartimos es que somos personas.
Cuando Viktor Frankl salió del campo de concentración, después de vivir una situación límite y crítica como pocas, sale con unas experiencias que le hacen dudar de todo aquello que le han enseñado hasta el momento. Y escribe este libro que, en principio, se llamó Un psicólogo en un campo de concentración, y que posteriormente se denominó El hombre en busca de sentido. Lo que Frankl duda es que la persona busque sobre todo el placer (como decía Freud), o que busque
sobre todo el poder (como decía Adler). Y criticó intensamente durante toda su vida los reduccionismos de toda clase. Porque reducir es otra forma de excluir.
En un boletín anterior (nº49) se reflexionaba sobre el paradigma frankliano (las intuiciones y aportaciones de Frankl) y cómo éste se consideraba un nuevo paradigma desde el que abordar, insistimos, no sólo la enfermedad y la salud, sino la vida misma y todas sus áreas y sucesos.
Se decía entonces que las principales aportaciones de este nuevo paradigma eran considerar que tanto el profesional como el “paciente” son personas y que la vida es un proceso. Esto implica tener en cuenta que más allá de la biología y la mente está la biografía. Así, del paradigma frankliano se desprende la necesidad de integrar y des-sustantivizar.
Integrar es amar, es lo contrario de excluir, es animarnos a cambiar nuestro lenguaje (porque la enfermedad no es física o psicológica, sino física y psicológica, por ejemplo) y también nuestra actitud (porque no es tú o yo, sino tú y yo). Sabemos que los problemas no se solucionan ignorándolos, sino cuidándolos, incluyéndolos en nuestra biografía, para abrazarlos y desde ahí luchar contra ellos, pero viéndolos, reconociéndolos. Asimismo, en las personas hay un sustrato
psicofísico que es real, que existe, y que puede enfermar, doler o quebrarse. Pero que no nos explica quiénes somos. Y mucho menos, quiénes estamos llamados a ser. Ese es el peligro sobre el que nos alerta Frankl, el de reducir la persona a su cuerpo enfermo, a su mente enferma, a sus pobres condiciones sociales… E incluso, reducir toda explicación del ser humano a razones trascendentes. Ningún reduccionismo reconoce la totalidad de la persona, porque ninguna
perspectiva puede apresar la totalidad. Si no tenemos en cuenta todas las dimensiones del ser humano, podemos dar muchas respuestas, pero a las preguntas equivocadas, pues no son respuestas auténticamente humanas.
Des-sustantivizar es entender que lo más importante en el lenguaje (y en la vida) no son los nombres que damos a las cosas, a las enfermedades, a las personas o a los grupos sociales. Si prestamos atención al título de su libro más famoso ya citado, parece que las palabras importantes son: hombre, busca y sentido. Hombre (persona) y sentido son las palabras que más nos llaman la atención, son las que más decimos, son las que enfatizamos, como si fueran éstas las que nos definen. Pero no es así. La palabra más importante es el verbo. Porque sólo un verbo puede ser una frase sin necesidad de más palabras. Y porque sólo un verbo puede dar (y cambiar) el sentido a toda una frase. Cualquier otra de las palabras que utilizamos en el lenguaje no va a dar sentido. La mínima expresión de sentido de una frase, y
en la vida, es siempre el verbo, esto es, el acto, el movimiento, la tensión inevitable y natural
entre lo que es y lo que nuestra conciencia, nuestro corazón, nos dice que “debe ser”. Es esa búsqueda constante lo que nos define.
Frankl nos ha contado en sus libros como la gente dentro de los campos de concentración a veces buscaba placer, o no sentir dolor, tal como hacemos cuando estamos enfermos o sufrimos un dolor emocional. Y también a veces, es verdad, los presos y los soldados buscaban poder, pero no siempre. Había otras actitudes, había otros comportamientos. Porque también nos ha contado como las personas orientadas al sentido, eran las más fuertes. Esas personas sacaban fuerzas para continuar incluso en las condiciones más denigrantes. La principal propuesta del paradigma frankliano es esa: Ser persona, cualesquiera que sean las circunstancias. No un técnico frente a un cuerpo enfermo, sino un médico humano frente a una persona doliente. No un técnico eficiente que no demora su trabajo, sino una persona que encuentra sentido realizándolo. Porque es estar junto a otra persona lo que nos hace persona. La persona no se mueve hacia un estado de homeostasis, sino que la persona busca, se mueve continuamente en la tensión natural de
querer ser distinto, y la atracción de sus valores le motiva a ello.
Frankl distinguía tres formas de buscar y realizar sentido, que son formas de hacer valer o valorar algo del mundo. La primera era a través del trabajo, creando; pero creando para algo o para alguien. La segunda era a través de la experiencia, sintiendo; pero sintiendo junto a alguien, con algo o sobre algo, en conexión con lo bello. Y la tercera era a través de lo inevitable, decidiendo cómo afrontar el sufrimiento inevitable. Cuando las circunstancias son definitivamente hostiles, crear y sentir lo bello puede estar limitado. Y entonces Frankl nos dice: “Aún te queda algo”, porque siempre queda algo que puedo hacer. Siempre queda un sentido que puede ser realizado.
¿Qué queda cuando no queda nada? Queda tomar una decisión, una decisión personal.
Nos pueden arrebatar todo en la vida, excepto la actitud que vamos a tomar a la hora afrontar esa realidad.
Desde la experiencia en la Asociación Viktor E. Frankl de atender y acompañar a personas dolientes, hemos observado que muchas acuden en momentos en que sienten que su mundo, literalmente, se ha detenido. Y se ha detenido porque su marido se ha suicidado, porque su hermana ha muerto en un accidente absurdo de tráfico, porque su mujer tiene un diagnóstico de cáncer o porque su hijo está en fase terminal… Y el mundo se detiene. Y sienten que seguir viviendo no tiene sentido, pero vienen, acuden por ayuda. Entonces nos preguntamos: ¿Para qué si no tiene sentido? ¿Para qué si el mundo se ha detenido? Para seguir viviendo, para seguir buscando. Porque somos personas y la búsqueda nos define. Las personas buscamos sentido. Mientras estamos vivos, buscamos sentido. Y ese movimiento de pedir ayuda, o de quejarse, o de acompañar a otro, está indicando que hay un sentido aún que quiere y que puede realizarse. Porque el sufrimiento del presente informa que, en el pasado, fui feliz; recordándonos que tras cada memoria dolorosa, hay amor.
Amor es lo que hay detrás de un trabajo bien realizado (valores de creación), detrás de una experiencia de belleza, de contacto humano (valores de experiencia), y detrás de una posición valiente y valiosa ante el sufrimiento inevitable (valores de actitud). Es el amor, probablemente, el amor que tuvimos y que quizá ahora nos falte, el que nos empuja a decidir que sí, que afrontamos, y cómo. Esto es lo que Frankl, en última instancia, nos propone. No sólo un cambio de paradigma científico (sanitario), sino vital, porque “lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida. Debemos aprender por nosotros mismos, y también enseñar a los hombres desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida siempre espera algo de nosotros”
(Frankl, 2001).
Así, tanto el médico, como el psicólogo, como el abogado… Y el profesor, el camarero, el funcionario… Y el desempleado… Y el enfermo… Todos, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, seamos quienes seamos, estamos “equipados” y llamados a decidir nuestra actitud. Desde la Asociación Viktor E. Frankl, intentamos no sólo trabajar, sino vivir desde este paradigma. Intentamos no sólo acompañar a quienes acuden a la asociación, sino en todas las relaciones que compartimos en la vida, desde este paradigma. Y no siempre es fácil. La decisión hay que tomarla cada día, en cada instante. La decisión es tuya, y mía, en definitiva, nuestra. Y hay que tomarla en (desde, hacia) la relación.
«El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad.
Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual
del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver
también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su
amor, la persona que ama hace posible que el amado manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo
que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad.«
(Viktor E. Frankl, «El hombre en busca de sentido», Ed. Herder, Barcelona, 2001, pág. 156)
Silvia Postigo Zegarra
Doctora en Psicología, Terapeuta y Neuropsicóloga
Miembro del servicio investigación de la asociación.
Manuel Martínez Cuesta
Psicólogo
Miembro del servicio formación de la Asociación Viktor E. Frankl.
Publicado en el Boletín Nº 55 – Marzo 2015