Un día me preguntaron: ¿si tu vida fuera un libro qué título le darías? Sin pensarlo mucho, contesté: “La mariposa
resiliente”. No entendieron mucho el por qué y ahora tengo la oportunidad de volver a pensar en ello. La vida no es estática, vamos cambiando día a día, con cada circunstancia, cada evento, con cada decisión, el tiempo pasa y caminamos en esta línea del tiempo a veces recta y otras con muchas curvas. Por lo que antes de llegar a ser mariposa, hay que pasar por ser gusano. Y este es el camino del cambio. Según Gerónimo Acevedo: “la persona es un caminar, para llegar a ser siendo: momentos, vivencias”. En este camino soy hija de mi pasado, nunca su esclava y soy la madre creadora de mi porvenir. La resiliencia reside en cómo me vinculo con lo que me pasa: es sanador, potenciador o destructor. Soy un ser de pura elección. “Las ruinas son a menudo las que abren las ventanas para ver el cielo”, nos dice Viktor E. Frankl.
Cuando tomo decisiones, me defino. Tengo que tener un valor que me permite dar el paso hacía un camino y para ello
también hay que tener conciencia y una mirada con atención. En la senda, busco el sentido, no de la vida, pero en la vida,
haciendo lo que puedo dentro de mis límites, lo mejor que pueda en las cosas diarias de la vida. Lo mejor y lo valioso que puedo hacer en cada momento. Desde mi individualidad. Yo soy única e irrepetible. Yo tengo mi misión. La fe incondicional en el sentido de la vida permite el cambio. Y así fue, en mi constante trayectoria hacia mis valores. Empecé a soñar, a dibujar, a sentir y me pregunté: ¿quién soy? Y ¿dónde estoy? ¿A dónde quiero llegar? ¿Qué quiero conseguir en esta vida y qué legado quiero dejar? Mi viaje personal tuvo un punto de partida muy significativo y me hizo llegar hasta donde estoy ahora mismo, que es un punto final de una etapa y punto de partida para otra nueva.
Todo empezó aquel día que decidí dejar mi trabajo en Túnez y aceptar una beca de estudios para 9 meses para hacer un
curso de postgrado. Era una de las decisiones más importantes en mi vida en aquel momento… y sí, decidí hacer mi
maleta y emprender el viaje, dejando un trabajo seguro y optando por una experiencia de vida que iba a ser de impacto a
largo plazo y, sobre todo, que era en armonía con mis valores y forma de ver la vida….
Aventurarme, decir sí a las invitaciones de la vida y al aprendizaje. Fue un año maravilloso. Una acogida magnifica de la universidad y de la gente.
Estaba haciendo un estudio muy interesante sobre un tema que me llena, estaba hablando de la integración de las mujeres inmigrantes magrebís, y todo cobraba sentido: mi persona, mis conocimientos, mi aportación al mundo en un tema interesante… Y además la evaluación del entorno: bienvenida a esta estudiante de un país bien valorado en aquel
momento.
Pasó el tiempo de investigadora y tomé otra decisión, que fue quedarme en esta tierra que bien me acogió y darme el
derecho de decidir otra vez, de ser, estar y merecer. Soñé cómo quería mi vida y crear mis oportunidades.
De repente, el espejo en el que me miraba empezó a cambiar de colores, de formas, de actores y empezó a parecer como una cueva oscura sin tierra firme sobre la que pueda andar, ni techo claro bajo el cual abrigarme. Se apagaron las luces y parecía que se acabó la danza y se calló la música. De repente, era la misma pero no la misma: La sociedad ya no me veía como la mujer exótica, de una cultura interesante, esa persona inteligente que piensa y aporta a la sociedad. De repente soy una inmigrante más que perdió derechos, un estatus discutible y que debería justificarse hacia esta sociedad…
Era hija, hermana, sobrina, amiga, miembro activo en mi país en una ONG con planes y voz que se oye y se atiende.
Ahora, tenía que justificarme (por qué estoy aquí), volver a dibujar una nueva identidad y crearme de nuevo. Ahora mismo soy nadie. Y cara a mí misma, me puse las cosas más complicada aún, escogiendo como compañera de viaje la exigencia con mayúscula. Me di cuenta de que estaba en una burbuja y su aire me asfixiaba, era incapaz de disfrutar de nada… Mi alma cerró los ojos y eliminó todos los sentidos. Una burbuja de paja seca e iba en todos los sentidos y en ninguno… con una sola mirada al medio vaso vacío. Puse el listón muy alto y confundí las cosas. Hice que mi valor sea relacionado con un buen trabajo, buena economía y estatus social. Tenía que ser perfecta para ganar el respeto de la gente y merecer vivir aquí. Y no es un misterio para nadie: la perfección no existe y el valor de una persona no se gana porque lo tenemos todos y cada uno. Así que no estaba nunca satisfecha ni era feliz. Era como una carrera sin fin.
El día de la toma de conciencia, del darme cuenta, fue el primer día de mi despertar, el empezar el camino de mi desarrollo personal y mi reconciliación conmigo misma y con la vida. Decidí echar agua de rosas en mis ojos, mirarme en un nuevo espejo, ponerme mis mejores zapatos y empezar a caminar recta con un maletín de viaje de vida hecho a medida donde guardo mis recursos y voy sacándolos según las circunstancias y los que me vaya pidiendo el día
a día: Confianza, píldora contra el miedo, autoestima, capacidad de decidir, de perdonar, de ser flexible, de aceptar
ganar y aceptar perder… Ahora, soy una ciudadana más. Me siento sólida, enfocada y enraizada con mi vulnerabilidad
bien integrada y me hace más bonita como persona y más humana.
Ahora tomé otra decisión cambiando de profesión y recuperar mis sueños o, mejor dicho, crear otros nuevos. Ahora soy
la jefa de mi orquesta, la jefa de mi vida, y pongo yo la sinfonía a la que baila mi alma en armonía. Ahora soy la mariposa
que vuela libre y responsable y pronto volveré a completar el ciclo, volveré a ser gusano que a su vez se transformará de
nuevo en mariposa.
Este es mi viaje, desde el sueño hasta este final, que es el brillar y trascender. El sentido está ligado a la autotrascendencia, basada sobre los valores de creación de las cosas en el mundo del hacer. El valor de la experiencia que consiste en abrir los ojos. Y el valor de la actitud donde resplandece la libertad humana: a pesar de todo, un Si a la vida. Estos valores me sostienen. Soy un ser de posibilidades. Descubro cosas que no sé hacer y me planteo nuevos
aprendizajes. Soy un ser creciendo.
Zoubaida Foughali Bent Hamouda
Miembro del Servicio de Orientación de la asociación
Boletín Acompañar Nº 66 Septiembre 2017
Sección testimonio, sobre las experiencias de los voluntarios que dan su tiempo y energía para ayudar a otros y que, como todos, lidian con la búsqueda de sentido en sus vida.